sábado, 17 de noviembre de 2007

IMPACTOS NEGATIVOS DEL CONSUMO EN EL MEDIO AMBIENTE

Por Humberto Tobón y Tobón [1]

El nivel, la intensidad y la calidad del consumo inciden negativamente sobre el medio ambiente, ya que presionan la sobreexplotación de los recursos, agotan las materias primas y generan una cantidad cada vez mayor de residuos sólidos, cuyo tratamiento se dificulta por la utilización de elementos de tardía descomposición, degradando el suelo y las fuentes subterráneas de agua por los lixiviados, así como a la atmósfera por los malos olores que produce la acumulación de gases, las quemas y las descargas de CO2 provenientes de las fuentes móviles y fijas.
El consumo se ve presionado inicialmente por las necesidades de supervivencia de la población. Por lo tanto, el crecimiento poblacional es fuente contaminadora y depredadora, pues ante más habitantes se consumen más recursos y se eliminan más residuos. El hecho de que la población mundial se haya triplicado en los últimos 80 años, implicó cambios sustanciales en los sistemas productivos, teniéndose que introducir la biotecnología y la manipulación genética para ofrecer respuestas en términos de tiempo y cantidad de alimentos al creciente número de personas. Sin embargo, esos indudables avances científicos crean ambientes naturales dañinos, que le están restando capacidad regenerativa a la tierra, empobreciendo los suelos y acabando con gran parte de la diversidad alimenticia.
La gran paradoja surge del hecho que a pesar de los excepcionales avances en producción de alimentos, cerca de 1.000 millones de personas que viven en la indigencia y que habitan básicamente los países más pobres no tienen acceso a la comida, lo que deja al descubierto un problema aterrador: hay alimentos pero no una racional distribución, lo cual se debe analizar como un fenómeno cargado de implicaciones políticas y económicas. Las propias organizaciones mundiales relacionadas con los temas alimenticios, aceptan que cerca del 17 por ciento de la comida se pierde por mala manipulación y por deformaciones en el mercado, cantidad suficiente para evitar que hubiese hambre en el planeta.
El mayor nivel de consumo se concentra en el 25 por ciento de la población mundial, que mayoritariamente vive en las naciones más ricas. La capacidad de compra de estas sociedades son las que han motivado la individualización, la diferenciación y la exclusión. Las teorías relacionadas con las tendencias consumistas de las elites han impulsado no sólo el surgimiento de exclusivas agrupaciones sociales sino avances tecnológicos sin precedentes en alimentos, empaques, vestidos, electrodomésticos, sistemas satelitales, muebles, materiales de construcción, etc., casi todos muy agresivos y desafiantes con la capacidad de absorción de la naturaleza.
La realidad también muestra que el 58 por ciento de personas tienen un nivel medio de consumo de artículos que le brindan satisfacciones a sus necesidades básicas, sin acercarse a las ostentosas cifras de los más ricos. Mayoritariamente este grupo vive en las naciones subdesarrolladas, cuyos principales activos tienen que ver con la producción y provisión de materias primas, especialmente biomasicas. La mayoría de sus residuos son dañinos para el entorno natural.
El desaforado aumento de consumidores (ostentosos o no) genera impactantes cifras de residuos, cuya gestión aun se enfrenta a dificultades técnicas y operativas que la ciencia no ha sido capaz de solucionar y frente a las cuales los gobiernos son totalmente ineficientes. Si se parte del hecho que hay una generación de basura diaria per cápita de 300 gramos (incluyendo en el cálculo de la media a una sexta parte de la población hambrienta) se producen en el mundo 1.8 millones de toneladas métricas de residuos, de las cuales son recuperables para que reingresen al sistema productivo poco menos del 15 por ciento. Ahí está de cuerpo presente uno de los más graves problemas de la actualidad: ¿qué hacer con semejante cifra diaria de residuos? Algunas propuestas se dirigen a disminuir el nivel de consumo, a evitar la producción de artículos que no se degradan, a reducir los envases y artículos desechables, y a aplicar altos impuestos para productos que requieran reposición como baterías, aceites y llantas.

[1] Economista y Comunicador Social, con estudios de especialización en Medio Ambiente, Finanzas Privadas y Ciencias Políticas

LOS QUIMICOS DE LA MUERTE

Por Humberto Tobón y Tobón [1]

A principios de la década de los años sesenta, la investigadora Rachel Carson
[2] advirtió sobre los graves efectos del uso indiscriminado del DDT [3] para la salud y la vida de las personas. También se refirió a otras sustancias químicas altamente tóxicas que se estaban utilizando en la agricultura y que penetraban peligrosamente en la cadena alimenticia, con resultados nefastos para el hombre y los animales. Cuatro décadas después, muchas de esas sustancias se siguen aplicando sin mayor control en los países subdesarrollados, mientras que en Europa y Estados Unidos desaparecieron del comercio.

Una de las naciones más afectadas por la utilización de químicos es Colombia, donde se libra una guerra contra el narcotráfico y la base del combate son las aspersiones aéreas con productos prohibidos en gran parte del mundo. Se usa para las aspersiones un producto comercial del glifosato llamado Roundup, que tiene en su composición un elemento que facilita su penetración en la planta llamado polioxietilenoamina (POEA), con una toxicidad aguda tres veces superior a la del glifosato puro, que produce daños grastrointestinales, afecta el sistema nervioso central, crea problemas respiratorios y destruye los glóbulos rojos. La mezcla utilizada para las aspersiones está compuesta en un 45% de glifosato, 1% de Cosmo Flux, 0,33% de Cosm IN y 54% de agua
[4].

Así mismo, se están haciendo fumigaciones con Fusarium, que es un hongo fitopatógeno que vive en zonas templadas y tropicales y que al introducirlo en un ecosistema tan complejo como el colombiano podría atacar a cultivos para el consumo de la población, poniendo en peligro la biodiversidad (Galeano
[5]). El Fusarium, adicionalmente, es una mictoxina que se empezó a desarrollar como agente para la guerra química, debido a que las trichothecenas aisladas tienen la capacidad de matar a una persona con una dosis de 4 a 5 miligramos.

Este es un ejemplo de la inconsistencia entre los discursos político-ambientalistas de los gobiernos de los países desarrollados y las actividades de su industria, que se hace visible en el comercio de los clorofluorocarbonados (CFC) y halones, que según el Protocolo de Montreal (1998) suscrito por 30 naciones pretendía controlarlos para evitar daños atmosféricos y en la capa de ozono. Sin embargo, a principios del siglo XXI, «los países en desarrollo seguían siendo mercados importantes para estas sustancias químicas que dañan la capa de ozono, pero que no se venden en otras partes del mundo» (Gilpin). Los CFC se usan en refrigeradores, embalajes de polietileno, industrias electrónica y de propulsores de aerosoles. En 1996 el gobierno estadounidense, entre otros, prohibió la producción de clorofluorocarbonados.

El discurso ambientalista que los países ricos emiten a través de la Organización Mundial del Ambiente (GEP por sus siglas en inglés), instancia creada por las Naciones Unidas para otorgar ayuda financiera en forma de concesiones a los países en desarrollo, tiene como propósito proteger la capa de ozono, preservar los recursos acuáticos, resguardar la diversidad biológica y reducir la emisión de gases causantes del efecto invernadero. Sin embargo, ninguna de estas buenas intenciones ha sido exitosa porque esos países siguen enviando sus productos contaminantes e instalando sus industrias peligrosas en las naciones en desarrollo que poco interés le prestan a la protección de sus recursos.

[1] Economista y Comunicador Social, con estudios de especialización en Medio Ambiente, Finanzas Privadas y Ciencias Políticas
[2] Rachel Louise Carson bióloga norteamericana, autora de Primavera Silenciosa y una de las más importantes promotoras de la conciencia social ambiental. 1907 - 1964
[3] Dicloro-difenil-tricloroetano es un compuesto básico para los insecticidas. Es incoloro y cristalino. Es muy soluble en las grasas y en disolventes orgánicos y prácticamente insoluble en agua.
[4] Tobón, Humberto. Las fumigaciones en Colombia. Ecoportal, 2004
[5] Galeano, Eduardo. Informe sobre Hongos Patógenos. Boletín de Acción Ecológica «Alerta Verde»

jueves, 1 de noviembre de 2007

LA NECESARIA INDUSTRIALIZACIÓN DE COLOMBIA

Héctor Gómez Paniagua

Colombia se enfrenta al gran reto de preparar su producción para aprovechar las ventajas de los Tratados de Libre Comercio que negocia con USA y con otros países de diferentes regiones y el de Asociación con la Unión Europea. La política comercial del gobierno se orienta ahora a la negociación de esos tratados, y como complemento promueve garantías jurídicas, régimen fiscal y doble tributación para estimular la gran inversión, y un programa de competitividad, productividad y de mejora de infraestructuras. Todo ello es fundamental para cumplir con su compromiso de llevar las exportaciones a los $40.000 millones de dólares, que es casi doblar la producción actual para atender a las exportaciones y la demanda interna adicional.

Las ventas al exterior han aumentado espectacularmente en los últimos años, pero dentro de la incertidumbre de que esos incrementos son derivados del aumento del precio internacional de los productos básicos, con solo un aumento vegetativo de los productos con valor agregado. La estructura de nuestra producción global exportada tiene un 62% de primarios, con la dificultad para doblarlos, de que productos como el café. el carbón, el petróleo y el ferroníquel son de comercialización compleja y un mercado global muy ordenado. Dentro de los primarios, los productos agrícolas en que podríamos ser líderes, no pueden expandirse en USA y UE porque sus subsidios nos impiden competir. Mientras se procura la eliminación de esos subsidios, necesitamos urgentemente una política agraria a largo plazo promoviendo cultivos para la producción de biocombustibles, ojalá con inversionistas extranjeros..

Queda por tanto el sector industrial como único campo cierto y seguro en el que si hacemos las cosas bien, podemos asegurar un aumento suficiente para cumplir las expectativas de los Tratados. En este sector no existe la incertidumbre de la variación coyuntural de precios y por tanto las políticas pueden ser calculadas mas realistamente. Pero si partimos de la cifra actual de exportaciones de cerca de US$ 28.000 millones para 2.007, nos encontramos con que el 62 % de las ventas de productos primarios es tan favorable debido a las exportaciones de productos acabados a los mercados del Grupo Andino y no a USA o la UE donde las ventas este año serán del 84% y el 85% de productos primarios respectivamente y solamente del 16% y 15% de productos industriales.

Otro aspecto a tener en cuenta es que las ventas a USA amparadas por el ATPDA han sido del 46.2% el último año, y que solamente el 14% son productos manufacturados, lo que demuestra falta de competitividad, deficiencia de oferta exportable o incapacidad para vender, al igual que en el caso de la Unión Europea donde la casi totalidad de nuestras exportaciones se benefician de su sistema de preferencias, y sin embargo solo un 15% son productos manufacturados. Ante este panorama, Colombia tiene que diseñar urgentemente una política orientada hacia la atracción de empresarios-inversionistas que desarrollen con los nacionales una transformación industrial capaz de atender a las necesidades adicionales de oferta generada por los TLCs. suscritos. La inversión nacional no es suficiente y un empresario extranjero puede facilitarle financiación, experiencia técnica y de gestión e inclusive llegar a ofrecer mercados para compartir.

Cuando USA o la Unión Europea suscriben tratados bilaterales lo hacen no solo para vender su producción aprovechando las ventajas arancelarias, sino para dar oportunidad a sus inversionistas de establecer allí servicios o plantas de producción en los sectores más rentables y que complementen sus planes económicos. En este aspecto hay dos escenarios similares en el caso de los Estados Unidos y la Unión Europea. Pero los inversionistas, aunque reciban garantías y prebendas fiscales, que en esta economía globalizada les ofrece cada vez un mayor número de países receptores, toman en cuenta otros factores políticos y de oportunidad que en el caso de Colombia son negativos. Los inversionistas en los sectores financieros, de extracción o de servicios públicos privatizados asumen riesgos como la inseguridad porque tienen medios para afrontarlos y necesidad de estar presentes en el mercado.

Para lograr la transformación productiva, hay que identificar países que tengan una estructura económica adecuada a un proceso de cooperación empresarial a gran escala. Ese país puede ser España, que tiene todas las condiciones para asumir ese papel y deseos de ayudar al desarrollo de Colombia. Para conquistar los inversionistas hay que competir con países más atractivos, con mercados más amplios que garantizan un mejor resultado de sus negocios. Conscientes de este hecho y ante la falta de información que existe sobre la producción colombiana, la única solución es mostrar a los empresarios españoles la producción, para que se encuentren las contrapartes y puedan ver juntos las posibilidades de una cooperación que permita mejorar y ampliar la producción, compartiendo nuestros mercados y los TLCs. Para tal efecto, desde hace nueve años el gobierno español sugirió financiar una EXPOCOLOMBIA para mostrar en Madrid todos sus bienes y servicios.

Nunca se aprovechó esa oportunidad y se ha preferido seguir participando en ferias internacionales, en las que competimos con potencias mundiales que acaparan la atención de los compradores sin que nadie nos determine, o se organizan grupos de empresarios que viajan a Colombia a ver posibilidades, pero en cantidad insuficiente y sin identificar ni comprometer las bases de la cooperación, o se comete el error de
gastar recursos y esfuerzos en preparar a pequeños productores para exportar individualmente. Este modelo de promoción está agotado y ahora el reto es hacer una industrialización masiva planificada, dirigida y financiada por el gobierno, pues al no poder doblar los primarios en pocos años, o si bajan sus precios, tendrá que dar trato preferencial a los manufacturados. Prueba irrefutable de esta afirmación es que en esos nueve años las exportaciones a Europa han mantenido un 14% de industriales y en USA han pasado del 18% a solo el 14%.

En definitiva, los TLCs. debieran entrar en vigor solo cuando hubiera producción para aprovecharlos, pues mientras tanto vamos a dejar de recibir impuestos arancelarios sobre las importaciones de USA y Europa, que suponiendo un mínimo del 5% en promedio, representarían la enorme suma de US$ 800 millones anuales, que sería mas inteligente invertirlos en financiar la nueva producción. Hay que pensar en ayudar a las Pymes que ahora exportan el 70% de las manufacturas, y que si reciben apoyo oficial y de empresarios foráneos pueden crecer lo que sea necesario en los sectores en que ya exportan; crear cooperativas de producción, crear comercializadoras internacionales mixtas, centros mixtos de distribución en mercados como España, y financiar la innovación y la modernización del equipamiento actual. De lo contrario estaremos perdidos con nuestros ambiciosos objetivos.
Madrid, octubre de 2,007

POBREZA Y MEDIO AMBIENTE

Por Humberto Tobón y Tobón [1]

Uno de los grandes debates ambientales gira en torno al nivel de responsabilidad de la pobreza en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación del entorno. La tesis más generalizada es que la pobrería busca en los bosques la madera para levantar sus viviendas, tener fuego y ganar terreno para la siembra de alimentos. Este tipo de comportamientos acelera los procesos erosivos e incrementa los niveles de riesgo por deslizamientos de tierra e inundaciones. Sus excretas y los residuos sólidos y líquidos que se originan en su vida cotidiana van a parar especialmente a las fuentes superficiales de agua, que son utilizadas para su propia ingesta, con lo cual se crea un círculo de contaminación y enfermedad que desmejora la calidad de vida de las personas y obliga a múltiples inversiones públicas en saneamiento básico y atención hospitalaria.
A esto se agrega que el sector productivo de los países subdesarrollados contribuye a que el círculo de la pobreza no tenga fin, pues se niega a invertir en tecnologías limpias y prefieren seguir enviando sus desechos a los ríos, al aire y a los botaderos de residuos a cielo abierto, que son precisamente los espacios que lindan con las comunidades más pobres y marginadas. El impacto ambiental de las acciones industriales iguala, e incluso supera la dimensión del problema que ocasionan las comunidades pobres, y los efectos más próximos se observan en la tierra arrasada por el uso de técnicas contaminantes; disminución de especies de flora; eliminación de bosques para propósitos agrícolas y pecuarios; desaparición de fuentes de agua y déficit en el inventario de biodiversidad. Esta contaminación de origen industrial, no es exclusiva de los países pobres, también se observa en las naciones ricas, y sus impactos, incluso, son mucho más drásticos, por ejemplo, con el uso excesivo de gases de efecto invernadero.
De este análisis de entorno surge una pregunta muy precisa «¿Cómo se puede pedir menos pobreza sin pedir a la vez menos población?» [2] Y la respuesta es que el crecimiento poblacional por sí mismo no es el causante de la pobreza, pues para que esta se consolide deben entrar en juego otras circunstancias como la desigualdad en la distribución de los recursos, la obsolescencia tecnológica, la falta de políticas productivas, la poca inversión en investigación, el desempleo estructural, la mínima atención frente a la ocurrencia de enfermedades mortales y el mal uso de los recursos naturales. Muchos países altamente poblados combaten las variables que conducen a la pobreza y se erigen como naciones desarrolladas, tal es el caso de China, que en las últimas dos décadas disminuyó en 42 puntos porcentuales el número de pobres [3].
Claro que cuando un país es pobre y mantiene un acelerado nivel de crecimiento demográfico, sin aumentos significativos de su riqueza, es muy probable que se reproduzca la pobreza con todas sus secuelas. Mientras que un país rico con modelos de contención poblacional incrementará el nivel de vida de sus habitantes y presionará una mejor distribución de la riqueza.
Lo que sí es claro es que existe una acción contaminante y depredadora tanto entre los pobres como entre los ricos. Aquellos lo hacen porque esquilman los recursos naturales para poder subsistir y porque sus tecnologías son inadecuadas y estos porque tienen un exceso de consumo que copan la capacidad de autorregeneración del ambiente.

[1] Consultor de entidades públicas y privadas en Colombia
[2] La pregunta fue formulada por el profesor Sartori, titular de la cátedra Albert Schweitzer en Humanidades de la Columbia University de New York y profesor emérito de la Universidad de Florencia.
[3] Reducción de la pobreza y crecimiento: Círculos virtuosos y círculos viciosos. Naciones Unidas, 2006

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