La firma de un TLC de Colombia con USA abrió una situación contraria a la tendencia natural de aprovechar los programas de integración para que los países pequeños se defiendan de las políticas de los países desarrollados. Ahora quiere proponer a la Unión Europea otro TLC y yo he escrito este artículo para dar un concepto negativo sobre esa decisión.
NO CONVIENE PLANTEARSE UN TLC CON LA UNION EUROPEA
Héctor Gómez Paniagua
Al tomar posesión de su cargo, el nuevo Ministro de Comercio ha declarado que una prelación suya será negociar un Tratado de Libre Comercio con Europa. Aunque sonaría lógica la idea de agregar al Tratado negociado con USA uno con la otra potencia comercial del mundo, en principio tiene el grave inconveniente de profundizar en el sistema bilateral que parece preferir el Gobierno Nacional en su política exterior, en contraste con la tendencia mundial de las economías emergentes de negociar colectivamente para protegerse frente a las grandes potencias que con sus políticas económicas les frenan en sus deseos de crecer y desarrollarse.
La primera observación que habría que hacer es que la Unión Europea no tendría ningún interés en negociar un Acuerdo con un país tan insignificante en su comercio exterior como lo es Colombia, que representa un 0,2 % del total de sus exportaciones y un 0,3% de sus importaciones. Para ello tendría que poner en marcha un complejo sistema administrativo, en un momento en que su agenda está en temas trascendentales como las consecuencias de la ampliación, las negociaciones con USA, la Ronda de Doha, las solicitudes de asociación pendientes, las iniciativas para acuerdos con MERCOSUR, etc. Además, así como USA trata este tema en función de sus intereses políticos en la región, los intereses de la Unión Europea frente a Latinoamérica son fundamentalmente económicos.
Debe ser sorprendente para un técnico europeo de la Comisión, que ha vivido el cumplimiento exacto de los plazos derivados de la integración europea hasta el éxito final de la ampliación a 25 miembros, comprobar que después de 40 años el Grupo Andino con menos conflictos y con economías primarias y complementarias, no haya logrado siquiera un Arancel Externo Común y que ahora se desarticule con el retiro de Venezuela y la negociación bilateral de TLCs. del Perú, Ecuador y Colombia con los Estados Unidos. Como el Grupo Andino durante décadas fue un interlocutor importante en la política europea de promover las integraciones regionales y de hecho le ha suministrado fondos y asesorías para lograrlo, procurarán influir para que se restablezca ese programa subregional y en tal caso si estaría dispuesta a negociar NO un TLC sino un Acuerdo de Asociación, que es lo que prefieren para este tipo de países.
De todas formas, volviendo a la propuesta ministerial de negociar un TLC, basta con analizar las estadísticas de nuestro comercio para ver que no tiene ningún sentido, salvo que se quiera renunciar a los aranceles que pagan sus mercancías al entrar en Colombia. En el caso de Europa tenemos un Sistema General de Preferencias que alcanza prácticamente el espectro total de nuestra oferta exportable, y a diferencia de Estados Unidos es mas fácil lograr su renovación con el apoyo de pocos países, gracias a la sensibilidad de los europeos por nuestros problemas de desarrollo y las consecuencias negativas del narcotráfico. En Europa, como lo es en USA, nuestro problema no es de facilidades arancelarias por tener ya un sistema preferencial muy generoso. Nuestro problema es que no tenemos una oferta exportable gestionada estratégicamente, suficiente, estable, novedosa y competitiva, para aprovechar un mercado potencial enorme, abierto a la globalización.
Como el comercio exterior hay que analizarlo en períodos largos para analizar ciclos y tendencias, vemos que en el año 1.996 exportamos a Europa US$ 2.470 millones y 10 años después, en 2.005, les habíamos vendido US$ 2.814 millones, es decir un 14% de aumento. Pero si analizamos la composición de ese comercio, comprobamos con tristeza que productos primarios como el carbón y el ferroníquel han aupado las exportaciones por el aumento desproporcionado de sus precios en el mercado internacional, y aunque también han crecido las cifras de exportación de productos con mayor valor agregado como los productos industriales o los manufacturados, con subidas del 28% y 55% respectivamente, por su poca cuantía no influyen en las cifras totales. En cambio baja la industria ligera, con confecciones, textiles, calzado, artículos de cuero, etc, que son los que eventualmente más aprovecharían el Libre Comercio. En casos como los camarones que tienen tanto éxito en España no se venden porque la producción está agotada y se orienta a otros mercados. Las flores, que no pagan aranceles, crecen vegetativamente porque tienen que enfrentarse a un mercado saturado y competir con otros países como Ecuador que tampoco pagan aranceles.
Debemos analizar estos argumentos dentro de la situación actual, en que el gobierno registra con satisfacción cifras espectaculares de exportaciones totales que nunca habían crecido a ritmos tan elevados, pudiendo llegar en 2,006 a tener un aumento de casi el 20% hasta aproximadamente US$ 23.000 mill. de dólares, y ventas a Europa que crecieron un 24,9% y que llegarán a cerca de US$ 3.300 millones. Pero un hecho importante a tener en cuenta es que los volúmenes totales de lo exportado son considerablemente menores, lo que demuestra un retroceso real. En los últimos tres años, de los que tenemos estadísticas del período enero/noviembre, vemos como las exportaciones a Europa de productos primarios representan 86,8% del total exportado, que en conjunto tuvieron un aumento del 71%, el ferroníquel un 49,6%, carbón 26.8%, café 76%, Camarones el 62%., etc., etc, pero que el volumen total pasó en tres años de 21 millones a 5,9 millones de toneladas.
Lo anterior demuestra que nuestras exportaciones habían descendido vertiginosamente a mediados de la década y que solo en los últimos tres años estamos recuperando los valores aunque no los volúmenes tradicionales. En resumen, contamos en Europa, que es el mismo caso de Estados Unidos, con un mercado privilegiado que no hemos aprovechado por falta de una oferta exportable suficiente y adecuada. Podemos vender sin aranceles productos primarios, manufacturados o con un valor agregado importante, que generen mas riqueza y puestos de trabajo, dependiendo su resultado de las estrategias de desarrollo que el sector privado, orientado y promovido por el gobierno decida ejecutar a mediano y largo plazo, ojalá con el apoyo técnico y financiero de algún gobierno que crea que Colombia es un socio apto para llevar a cabo programas conjuntos de cooperación empresarial. No podemos basarnos en las fluctuaciones de los precios internacionales de las materias primas, porque sin asegurar ingresos estables del sector externo, no se puede planificar el desarrollo del país.
Para el futuro a largo plazo podemos pensar en diseñar una política de desarrollo industrial mejorando la calidad y volumen, especializándonos en nuestra producción actual, lo que requiere grandes dosis de tecnología, innovación e inversión siempre mirando principalmente a mercados ya conquistados y no rebuscar en aquellos en los que no hemos penetrado, seguramente por deficiencias estructurales, coincidencia de producción o porque son mercados cautivos de otros países. Los mercados actuales fueron conquistados por el esfuerzo emprendedor de nuestra clase empresarial y allí donde no estamos es que, por el conocimiento de su sector, el olfato y la intuición les advirtieron que no eran mercados interesantes para esforzarse. Muchos analistas creen que algunos gobiernos de países en desarrollo buscan afanosamente nuevos socios comerciales en todas las regiones del mundo, sin hacer estudios previos de mercado ni tener en cuenta factores complejos que determinan esas posibilidades, y solo por razones de oportunidad política.
Debemos fundamentar una planificación a largo plazo recordando nuestra vocación agrícola, diezmada internamente por la inseguridad y externamente por la competencia de los países ricos, que subsidiando su producción arrasan nuestros mercados y nos hacen poco competitivos. Pero como es previsible que en muy pocos años se comenzarán a desmontar los sistemas de subsidios en USA y la Unión Europea, debemos trabajar en la idea de complementar nuestra producción actual con la exportación a gran escala de productos agrícolas y agroindustriales tanto a la Unión Europea como a los Estados Unidos. Con ese esquema podremos llegar a ser una potencia exportadora, y esa podría ser una meta del Ministerio de Comercio Exterior, aunque para lograr ese objetivo debiéramos evitar negociar bilateralmente otro Tratado de Libre Comercio, que solo se justificará cuando tengamos una oferta exportadora suficiente y con una composición diferente.
Madrid, enero de 2.007
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